Tras 25 meses de encierro, Yesenia Azócar logró regresar a su hogar luego de que la Corte de Apelaciones de Valparaíso acogiera el recurso de amparo presentado a su favor.

La medida permite que cumpla arresto domiciliario total mientras se tramita su indulto presidencial. Su “delito”: haber enfrentado al violador de su hija, quien abusó de la niña desde los 4 años y hoy cumple una condena de 18 años por violación y abuso sexual reiterado. El fallo revierte la decisión del Juzgado de Garantía de San Antonio, reconociendo el grave daño vivido tanto por Yesenia como por su hija, y permitiendo finalmente su reunificación familiar. La acción fue impulsada por la Defensoría Penal Pública, apelando a tratados internacionales sobre derechos humanos y de la infancia. En conversación con nuestro medio, Yesenia expresó con claridad lo que para muchas mujeres es una verdad urgente: la autodefensa no es delito. “Es un acto que hacemos cuando nos encontramos amenazadas por nuestro agresor”, afirma. “Es algo a lo que no deberíamos llegar, porque la justicia debería actuar antes que nosotras mismas, sobre todo cuando existen denuncias previas que no fueron escuchadas”. Su caso pone en evidencia una vez más cómo el sistema judicial chileno sigue fallando al momento de proteger a mujeres, niñas y niños víctimas de violencia. Pero también deja al descubierto la dura realidad de las cárceles femeninas en el país.
“No hay un trato digno para las mujeres privadas de libertad. Se vulneran todos nuestros derechos como mujeres. No hay privacidad, se pasa hambre y frío. El daño psicológico que produce la cárcel es inmenso”, denuncia Yesenia. En medio del abandono institucional, Yesenia no estuvo sola. Recibió el respaldo decidido de organizaciones y colectivas feministas que, desde el primer día, han acompañado su lucha.
“Han sido muchas las que me han apoyado desde el principio y otras que se han ido uniendo con el tiempo. Gracias a ellas mi historia llegó a muchas personas, incluso al Presidente. Me han ayudado a mantenerme fuerte y a visibilizar lo que me pasó. No podría haber llegado hasta aquí sin ellas”.
Este caso demuestra el rol fundamental del movimiento feminista como fuerza de denuncia, contención y acción política. Sin esa red de apoyo, sin esa sororidad activa, muchas mujeres seguirían atrapadas entre el silencio judicial y el castigo social.
“¡Hablen!, si están en una relación donde no las quieren, no las merecen realmente, ¡no las tratan como debieran tratarlas …salgan ya de ahí! ¡Pidan ayuda, hablen chiquillas! Y yo estoy aquí, y así como yo habemos muchas mujeres más que creemos en ti, que creemos en cada una de nosotras y estamos aquí para apoyarnos chiquillas. Sean fuertes, sean valientes y jamás se rindan.
Por mí, por ti, por todas. ¡Ni una menos! ¡Los niños no se tocan! Luchemos por nuestros hijos, por nosotras.”
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