22 de noviembre de 2024
Antes de la guerra, está la idea de “los otros”, en la retórica marcial que viene con miedo y adrenalina. Con tanques, guanacos y motosierras libra sus batallas en nombre de dios, la patria o el progreso, siempre para derrotar a un enemigo. En combate, las mentes guerreras piensan en tácticas y estrategias, defensas y ataques, despliegues, derrotas y conquistas, perdedores y ganadores.
No importa si es Gaza, Ucrania, Armenia, Malí, Burkina Faso, o el Congo, ni si es en Haití, la wellmapu, o el triángulo del litio. Porque también las guerras silenciosas del capital nos desplazan de la tierra donde estamos, por “recursos” como le dicen, por el territorio que lleva a los puertos.
Porque es parte de la guerra también, incendiar y desalojar para hacer una carretera desde el corazón del continente hasta los mares.
La guerra no sólo huele a pólvora. De muchos modos llega a nuestra cotidianidad con un lenguaje belicoso, y se instala cotidiano al hablar de combatir la enfermedad, las pestes, las plagas, lo que llaman “malezas” o hasta la pobreza misma… Tiene muchas armas y discursos, tiene topadoras y agroquímicos, y se replica en las redes, en los discursos de odio, en la xenofobia, el racismo y por supuesto, en la misoginia. Con rituales de invasión y atropello, exhibiendo prepotencia, dominio y opresión.
Más allá de las fechas, en este 25 de noviembre levantemos la voz contra esa guerra cotidiana que perpetúa el patriarcado en sus violencias, contra la primera otredad que somos nosotras.
Sin otredades, ni extranjerías la guerra no existe.
Nuestras voces se levantan para gritar: “Ni guerra que nos mate, ni paz que nos oprima.”
Radio HumedaLES
Cultura y existencia LESbiana.